Mi vida en la CDMX / 5 al 17 de marzo 2020
victor morillas
¿Cómo continuamos después de 8 y 9 de marzo?
¿Cómo continuamos junto al Covid?
Pugno por una sociedad Interpersonal, donde primero debo cuidar de mí, comprender que mi bienestar es parte del bienestar del otro y el bienestar del otro es mi bienestar. No hay separación. ¿Lo intentamos?
Estaba de nuevo en la Ciudad de México, se sentía tan necesario en mí estar allá. El año estaba comenzando y mis proyectos no terminaban de agarrar la fuerza necesaria este 2020, había decidido darme una pausa de algunas de las actividades que estaba haciendo desde hace diez años, en especifico darme un respiro de guiar clases de yoga; como siempre ha sido la vida la que inyecto su dosis de sabiduría y aquí estoy en una pausa que me esta conectando con lo que ya soy, con saberme suficiente y con lo que quiero seguir haciendo laboralmente. Sin intentar inventar algo extra especial ahora adecuado a una vida devoradora de contenidos digitales, sólo estoy y porque puedo estar en casa trabajando desde aquí y no precisamente recibiendo un remuneración pero incluso esa circunstancia me reafirma que el único cambio que puedes controlar, son los hábitos propios, desde hace más de diez años vengo construyendo mi vida más despacio, necesitar menos dinero, gastar menos dinero, hacer mi propia comida, hacer ejercicio, tener tiempo y lo que he encontrado en esos años es un proceso constante de bienestar, por momentos demasiado solitario; quizá sea parte del porque aún no entro en crisis existencial, pero aún se siente solitario. Aquí estoy desacelerando aún más mi vida.
Me lleno de energía y casi siempre de mucha inspiración cuando estoy en la ciudad, este marzo hubo varios motivos para estar en CDMX. En México es un momento donde la impunidad ya nos tiene en un colapso social, saber que no hay consecuencias ante nuestros actos que hacen daño y muchas veces tampoco a los que generan bien común. Es un momento donde las noticias sobre violencia y asesinatos de mujeres se hicieron presentes también en la localidad donde hago mi vida diaria (Playa del Carmen, Quintana Roo). Me es tan complejo querer entender, ¿por qué otro ser humano puede tener la necesidad y el coraje para lastimar a otro ser humano con tal brutalidad? Ellos, los que hacen daño también sufren y están totalmente distorsionados; necesito decirme una y otra vez, pero no alcanza.
En México se convoca a una gran marcha para el 8 de marzo. Un espacio para compartir, se siente más que necesario para encontrarnos y reconocernos nosotras, mujeres entre mujeres que nunca antes nos hemos visto. Un encuentro para exigir un alto a la impunidad que nos violenta. Somos muchas, muchas reunidas en un mismo lugar por una lucha que es también por las que aún tienen miedo de unirse. Cada una de las que estamos tenemos una historia única con la violencia que recibimos, con la violencia que hacemos y con la violencia que normalizamos. Este día nuestra lucha es la misma, una vida libre de miedo y de violencia. Nos merecemos respeto y derechos humanos.
Cuando estoy en CDMX intento poder trabajar organizando alguno de los talleres que hago, di un taller de meditación – la meditación como una herramienta que nos lleva hacia adentro con nosotros mismos - lo hago para que más seres humanos recuperen su amor propio y nos demos cuenta que la libertad ha sido siempre parte de nosotros, muchas veces me he sentido de ese otro lado. La meditación como una herramienta para cuestionar la auto-violencia que nos ha acompañado desde la vida adulta o quizá desde antes ¿de dónde viene nuestra violencia? Este taller fue especial porque lo inicie con una lectura en voz alta “Dentro de mí” es un cuento enfocado para los niños, nos va llevando a darnos cuenta que somos nosotros quien manda dentro de uno mismo, una lectura que nos va guiando para atrevernos con cariño y amabilidad a liberar a nuestros monstruos que tenemos hospedados en el interior y que nos exigen ser algo que nunca hemos deseado ser. Esos monstruos nos vuelven silenciosos para que no podamos contarle a nadie más sobre los pensamientos y personas que nos causan violencia, ese silencio se vuelve un lugar atroz.
Este taller de meditación fue un día antes de la marcha y del paro, era un sábado especial y perfecto para abordar desde ese panorama la meditación. Nuestro silencio en la meditación con la practica se vuelve un refugio en el que nos acercamos a esos monstruos para decirles: se termino, aquí te libero, sigue sin mi; yo voy a continuar sin ti y me convierto en mi mejor cuidador. Mientras estoy leyendo, los que participan tienen sus ojos cerrados, las lagrimas en cada cuerpo siempre me conmueven – todos estos cuerpos pidiendo poner fin a su sufrimiento emocional -. En estos espacios siempre se comparten los miedos pero también reconocemos que recién estamos aprendiendo a cuidar de nosotros mismos, irnos con el cuerpo más ligero, liberar lo que ocupa espacio para poder seguir la vida con más suavidad y con menos prisa. Los animo a usar su voz, tener una voz para que se haga hábito y nunca más el silencio sea un lugar atroz. Meditar me ha dado la comprensión para no aceptar ningún porcentaje de violencia propia o ajena. Hay que seguir practicando y haciendo una vida con más suavidad.
Es domingo 8 de marzo, me estoy tomando mi café en el lugar favorito y donde me siento como en casa en la Roma, en el Cardinal, con la compañía ideal para mí – Victor -. Me fui a la marcha con Ana (una amiga que quiero mucho) caminamos por la colonia Roma y la Juárez para llegar a Insurgentes y seguir al monumento a la revolución. Se sentía especial ser parte de ese momento, un momento de mucha obscuridad y desesperanza en México.
El monumento ya era una fiesta de mujeres reunidas para gritar un alto a la impunidad. Quise estar ahí porque quería verlo con mis ojos y sentirlo en mi cuerpo, porque merecemos una vida libre de miedo, porque mi cuerpo también tiene miedo de ser desaparecido. Las multitudes son complejas, cada mujer ahí piensa diferente, es también un espacio lleno de tensión, grupos para gritar todo contra ellos, grupos para no permitir ningún comentario diferente. Tampoco era necesario sentirse en riesgo, en Av. Reforma estaba mucho más tranquilo y con más espacio para ser parte – en Av. Juárez nuevamente nos encontramos todas aún más juntas, con más estrés porque la tensión en ese punto era mucha, mamás de niñas desaperecidas, violadas, mujeres asesinadas, familias sin respuestas. Por medio de un micrófono narraban parte de sus historias, por supuesto que provocaba una respuesta de rabia hacia el Estado. Un poco más adelante casi esquina con Av. Balderas comenzaron a gritar algunas mujeres: corran, corran están golpeando. Vi mucha gente correr hacia donde yo estaba, me asusté mucho y corrí rumbo al metro Juárez para regresar a Av. Reforma. Le sonreí a todas las mujeres con las que se cruzaba mi mirada, pero pocas miradas correspondieron a mi sonrisa. Este momento es para mi también una oportunidad continúa para seguir reeducandome y reeducarnos para saber estar juntas sin que el territorio sea un obstáculo.
Seguí caminando sobre Reforma, mi siguiente parada era la programación de FICUNAM en Le Cinéma IFAL con el documental “Silencio Radio” de Juliana Fanjul donde nos cuenta sobre la censura de libertad de expresión que vivo Carmen Aristegui. Es demasiado difícil conservar una actitud esperanzadora permanente, la marcha te carga de energía y luego el documental te recuerda en donde estamos parados como sociedad y de nuevo tienes que ver lo que es, una crueldad ejercida desde el Estado, ¿de dónde saca Carmen Aristegui su entusiasmo para seguir a pesar de las amenazas?, es una de las cosas que la misma Carmen responde en el documental: “no son momentos para no tener esperanza”. Durísimo documental que se tiene que ver, porque no podemos dejar de exigir una vida libre de miedo, un estado libre de impunidad.
No quería terminar mi domingo 8 de marzo todavía, hubo otra proyección especial del documental WOMAN, la sala estaba llena con mujeres y hombres lo cual ya es bastante conmovedor ver una sala de cine con mucha gente. La esperanza de nuevo aparece en mi cuerpo, veo en la pantalla mujeres de diferentes partes del mundo todas sobrevivientes de la violencia en sus diversas manifestaciones, sonrientes y con llanto. Una fuerza nuevamente para abrir el corazón, para acercar la información a más seres humanos que aún no se enteran que tienen derecho a una vida libre de violencia.
Caminando de regreso a casa, cansada y lista para descansar me voy a la cama llena de curiosidad por ver la ciudad el lunes 9 de marzo. Es lunes el día donde #NingunaSeMueve #UndíaSinNosotras, no fue cualquier lunes, no podía serlo.
En un país bañado de impunidad, este día la apatía se fue a dormir, las calles por donde regularmente camino estaban sin mujeres, había pocos autos circulando y el transporte público se veía muy despejado. Era una atmósfera de confusión y alegría; de esperanza, una esperanza en acción. Termine mi lunes con muchas ideas y sensaciones corporales poderosas que me invitan a revisar mi violencia y mi confianza, emocionada de la posibilidad de ser parte de este momento y ser un eslabón para sostenernos como un refugio humano.
Siguió una semana con mucho cine, ver todas las películas posibles del FICUNAM, una tras otra, descubrir la mira de Chantal Arkerman, conversaciones espontáneas sin las clásicas apariencias entre colegas, gracias Gisela por ese tiempo y por tu sencillez, era tan necesario para min, para nosotros. – Le Cinéma IFAL – es desde ya un espacio favorito para visitar cuando estoy en la ciudad y lo es porque siempre que estás hay una sonrisa sincera, hay un abrazo que se siente muy agradable.
Seminario El Público del Futuro, mi cuerpo lo disfruto, un encuentro de apasionados por el cine, la exhibición del cine y temas alrededor del consumo de los medios digitales, gracias Isabel por la invitación; a ti y a Paula por escuchar mi voz cultural con un enfoque de bienestar. Ya teníamos de fondo al COVID, españoles que eran parte del seminario regresándose a su país por temor a quedarse atrapados en México, en el comedor de FICUNAM escuchábamos: el 23 de marzo el gobierno va llamar a quedarse en casa, a trabajar desde casa. Hasta ese momento todos nos seguíamos saludando y abrazando. Participe en una conversación del seminario que incluía dos preguntas, y esas mismas preguntas me resuenan ahora frente a lo que estamos viviendo:
¿Cómo nos organizamos para mantener a nuestros espacios de exhibición y a nuestras audiencias?
¿Cómo promover proyectos sostenibles?
Primero: creemos demasiado en el efecto positivo de lo que puede hacer la repetida exposición al cine. Porque ya sucedió en nosotros, vale la pena insistir para que otros humanos exploren sus propios efectos.
Segundo: tuvimos que aprender a darle valor a lo que hacemos para poder asignarle un costo y quitarnos el uniforme de “que pena cobrar por exhibir cine” y ponernos el uniforme que se atreve tímidamente a decir “te envío la cotización”.
Tercero: todo el tiempo seguimos aprendiendo. No hay nunca nada asegurado y eso no siempre es sencillo de gestionar económica ni emocionalmente. Aprendiendo a usar lo que hay, en donde estamos.
Hoy sólo diría como respuesta a ambas preguntas:
La forma más sostenible es entender que la independencia, la sostenibilidad necesita estar abrazada de una fuerte interdependencia social. Lo opuesto es quizá lo que nos tiene sosteniendo un país tan desigual y vulnerable. Vamos pensándolo, sintiéndolo y reconociendo que nuestro ego nos abraza aferrado a nuestros temores, a nuestra inseguridad y por supuesto a la falta de los espacios seguros para ejercer una sociedad basada en el bien común.
Ya llevo más de 60 días sin exhibir cine, sin guiar clases de yoga, sin ofrecer algún taller; estoy bien me siento tranquila y sin la urgencia por continuar a toda velocidad. Más bien tengo muchas ganas de ir más despacio, de hacer menos, hacerlo mejor, centrar mi atención en: hacer lo que puedo hacer, usar lo que ya se, hacerlo donde ya estoy. ¿No sería esto una manera sostenible de estar este mundo que compartimos?
Siento que no deberíamos continuar con esa velocidad frenética que nos roba cosas significativos como poder comer con tranquilidad, hablar con los amigos, tener tiempo para organizar la casa, pensar más sobre lo que comemos, hacer ejercicio. ¿Por qué nuestra salud no encabeza nuestras prioridades?, ¿no te sorprende también a ti que estar con uno mismo sin tener que estar haciendo algo permanentemente, sea una de las situaciones que más altere la tranquilidad mental en el ser humano?
¿Cómo vamos continuar?
Mi cuerpo está angustiado por regresar al mundo donde la violencia y la impunidad nos tienen en un ciclo exponencial de más violencia. ¿Tú cuerpo que esta sintiendo? Gracias por compartirte también.
Gracias por leer,
Grisel
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