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Los nudos internos

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Uso este espacio para escribir y compartir publicaciones que me ayudan a expresar mi visión sobre el mundo, la vida y mi vida alrededor de temas que me importan, que considero nos ayudan a conectar nuestra humanidad compartida.

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Los nudos internos

Grisel Alcántara

Los nudos Internos 


La meditación te ayuda sobre todo a deshacer lo que en el budismo se llaman nudos internos y complejos de de identidad. Estas ataduras nos impiden vivir el presente. 

Los nudos internos son un colección de desilusiones, represiones, miedos y ansiedades que se han ido formando en las profundidades de nuestra conciencia. Son capaces de atarnos y de empujarnos a hacer, decir y pensar cosas que en realidad no queremos hacer, decir ni pensar. Los nudos internos se forman y alimentan por medio de nuestra falta de atención en relación a la vida cotidiana. Los diez nudos internos más importantes son:

la codicia, el odio, la ignorancia, la presunción, la desconfianza, el apego al cuerpo como un yo, las ideas y prejuicios extremos, el apego ritos y rituales, deseo ser inmortal y desear que las cosas sigan siendo tal como son. 

Nuestra salud y felicidad dependen en gran medida de nuestra habilidad para transformar estas diez ataduras.

La conciencia plena te permite reconocer los nudos internos cuando aparecen en tu conciencia. Estos nudos internos se formaron en el pasado, a veces como los hábitos que nuestro padres o abuelos nos transmitieron. Para descubrir las raíces de estar parte de nuestra mente agitadas y anudadas no necesitamos volver al pasado y hurgar en nuestro recuerdos, como lo hace la psicología, ya que la energía de la plena atención es capaz de reconocer las formaciones internas cuando se manifiestan y de observarlas en profundidad para ver las raíces de estos fuertes nudos. 

La práctica de meditación te ayuda a ver las interconexiones e interdependencia de todo cuanto existe. No hay ningún fenómeno, tanto humano como de otra naturaleza, que pueda surgir por sí solo y perdurar sin depender de los otros. Esto depende de aquello; para que un fenómeno pueda surgir y durar, necesita a otro. Es la percepción de la interdependencia, a veces llamada el interesa o la ayoidad. El no-yo significa que no hay ninguna entidad que pueda perdurar sin depender de las otras. Todo está cambiando constantemente. Un padre y un hijo, por ejemplo, no son dos realidades separadas. El padre existe en el hijo y el hijo existe en el padre. El hijo es la continuación del padre en el futuro y el padre es la continuación del hijo al volver a la fuente. La felicidad del hijo está ligada a la felicidad del padre. Si el padre no es feliz, la felicidad del hijo no podrá ser completa. La naturaleza de todo cuando existe es el sí mismo. No existe ningún yo separado e independiente. 

En el mundo de la psicoterapia la baja autoestima se considera una enfermedad. Pero en la práctica de la conciencia plena, tanto una autoestima baja como alta, o la necesidad de creer que eres igual que otra persona, se consideran una enfermedad o, tal como se dice en el budismo, complejos. Estos tres complejos se encuentran en la idea de un yo separado. Todos ellos se basan en el orgullo: el orgullo de ser mejor peor o igual que alguien. 

El sufrimiento que causa la ira, la envidia, el odio y la vergüenza sólo se puede transformar por completo al percibir el sin sí mismo. Ésta es la base de la práctica de la curación en la meditación. 

El maestro zen vietnamita Thuong Chieu enseño en el siglo XI que si comprendemos las actividades de la ente, entonces la práctica de la meditación resultara más fácil. La escuela budista de la Mente Única afirma que existen ocho clases de conciencia: las ciencias de los cinco sentidos ( ojos, oídos, nariz, lengua y cuerpo), la conciencia mental y la conciencia-receptáculo. 

Cuando nuestro deseos profundos, nuestro miedos y sentimientos de indignación se encuentran reprimidos en nuestra conciencia-receptáculo, son como semillas que no reciben oxígeno y el agua necesarios para crecer y transformarse en algo bello, y podemos entonces experimentar unos síntomas, tanto en el cuerpo como en la mente, que proceden de este bloqueo. Aunque estas formaciones mentales se hayan reprimido, nos siguen afectando y gobernando, por eso acaban convirtiéndose en unos nudos internos muy fuertes. Solemos ignorarlos esperando que no salgan a la luz y se manifiesten en nuestra conciencia. Intentamos llenar nuestra mente para no sentir el dolor que se oculta en el sótano y para que no aflore la conciencia. Así que para olvidarnos de él intentamos distraernos mirando la televisión, escuchando la radio, hojeando libro, leyendo periódicos, conversando, jugando a las cartas y bebiendo alcohol. 

Cuando la sangre no circula bien, aparecen unos síntomas de enfermedad en nuestro cuerpo. Del mismo modo, cuando las formaciones metan están reprimidas y no circulan bien, aparecen los síntomas de una enfermedad mental y física. Has de saber cómo dejar de reprimirlas-, así las formaciones mentales del deseo, el miedo, la indignación y otras similares podrán aflorar, ser reconocidas y transformadas. Cultivar la energía de la plena conciencia a través de la meditación te ayudará a hacerlo. Crear esta clase de energía al practicar meditación te ayudará a reconocer, aceptar y transformar las sensaciones que te producen sufrimiento. 

Al reconocer y aceptar con la energía de la atención estas formaciones mentales en lugar de obligarlas a volver al inconsciente, su energía negativa disminuye un poco. Meditar simplemente sobre ellas durante cinco o diez minutos también ayuda. La próxima vez que surgen, podrás reconocerlas y aceptarlas con la energía de la atención, y cuando vuelvan a la conciencia-receptáculo, su fuerza habrá disminuido. Al actuar de esta formadas de temer a tus formaciones mentales negativas; ni las obligas a volver al inconsciente, ni las reprimes como antes. Puedes restablecer una buena circulación en tu mente y las complicaciones psicológicas que generan bloqueos en el cuerpo van desapareciendo poco a poco. 

Extracto del Libro: El poder de la plegaria

Autor: Thich Nhat Hanh